La séptima cara

Sentir. El impulso primario y básico que te incita y empuja a hacer cosas. A no pensar. A dejarte llevar. A veces difícil, pero necesario y básico como respirar. Para dejar actuar el destino. Para que las cosas pasen sin un motivo aparente. Para poder preguntarte porque te han sucedido a ti. Para no comprenderlo jamás. Pero también, para aprender a aceptarlo

Vivir con ello. No son las cosas que nos pasan las que nos definen, más bien la actitud de plantarles cara; mirarlas de frente y saber que nada podrá́ contigo, simple y llanamente, porque no te apetece. 

Porque hemos venido a pelear. A no dejarnos vencer. Porque el miedo es solamente un instinto de supervivencia: un estado de alarma que nos mantiene atentos y despiertos, pero solamente es eso, y nada más. No es un enemigo y jamás lo fue. A menos, que dejas que te venza y te haga olvidar de a qué hemos venido. 

A aprender de la vida. A disfrutar del camino. A abrir los ojos una y otra vez. A cerrarlos de golpe con fuerza cuando sea necesario. A soñar que todo es posible. A tirar de las cuerdas para lograr convertir los sueños en realidad. 

Juguemos a vivir. Confesaré que soy de las que siempre creyeron que los dados tienen siete caras, y que en el juego de tu vida, los límites los pones tu, ¿dispuesto a aprender a jugar? 

– Ven, siéntate cerca y cuéntame cuál es tu historia, porque en la mayoría de las ocasiones esto es un juego de equipo, y yo, te elijo a ti – le susurró al oído.

NGE

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